martes, 29 de junio de 2010

Historias de Alfheim (Capítulo 5)

En Laflesia, Annie, Jack y Mark estaban preocupados por como estaría Sally, ya pensaban en cosas fatales y sus caras no transmitían nada más que profunda preocupación, sobre todo la de Jack.

-¿Que pensais que le harán chicos? -preguntó Jack, con los ojos brillantes
-¡Seguro que estará bien, tío! -dijo Mark- Conociendola, seguro que les ha puesto el Ipod a los Alfareros esos.
-Álfares Oscuros, Mark -se oyó una voz, era Jarl, que iba a buscarlos para marchar- Jack, si te tranquiliza saberlo, no la matarán, lo único que quieren es chantagearnos y no lo conseguirán -sentenció, con voz poderosa.
-¿Cómo está tan seguro de eso Milord? -preguntó nerviosa Annie- Si es verdad que tenemos poderes, aún no sabemos usarlos.
-¿Estas segura de eso Annie? Que sepais que el hecho de que se os haya asignado un elemento no significa sólo que seais portadores de él, ahora mismo cada uno de vosotros tiene una característica aumentada que antes no tenía -Explicó Jarl
-Esto...¿Qué? -Exclamaron los tres a coro.
-Vamos a hacer un ejemplo práctico, Annie, ¿ves esa piedra grande?, intenta levantarla. -ordenó

La piedra tenia el tamaño de cualquiera de los ladrillos del castillo, era grande y parecia bastante pesada. Annie obedeció las órdenes y dudando intentó levantarla, no la levanto mucho, pero lo suficiente como para moverla unos centímetros.

-Ves, el poder del fuego hace que, cuanto más controles el poder del fuego, más fuerza tengas -explicó Jarl- Esto es solo un ejemplo, el poder de la tierra, Mark, hace que seas algo más resistente y el del agua, Jack, te hace más inteligente. Los restantes, el del viento más ágil y el de la luz más puro. Cada una de esas características con el tiempo tendrá su utilidad.

Ilusionados, miraron a Jarl y antes de que pudieran decir algo, el rey les interrumpió:

-Por cierto, antes de irnos, os hemos preparado unos ropajes personalizados a cada uno, creo que al sastre del reino le habeis caido bien. Y por cierto Mark, a su hija le has caido en gracia -dijo aguantandose las carcajadas.

La hija del sastre real era una mujer mas bien poco agraciada, con un cuerpo grande y algo musculoso, alta y de pelo rizado, rubio y a la altura de los hombros. Lo unico bonito de su cuerpo eran los ojos, de un color turquesa profundo, que al mirarlos te dejaban extenuado. A pesar de ser tan poco agraciada, muchos hombres habian caido presos de esos ojos, se decia que era una especie de bruja por ese hecho.

Mark puso cara de asco y se daba prisa por vestirse y salir de allí. El traje de Mark consistia en una cota de malla, una camisa blanca y unos pantalones negros, Annie vestía una túnica roja con remaches dorados y Jack llevaba una vestimenta al estilo d un bardo, camisa blanca con una cuerda entrecruzada negra en el pecho y unos pantalones verdes algo abombados.

Después de vestirse todos bajaron a la entrada del castillo para partir hacia Svartalfheim. En una caravana tirada por dos caballos, uno negro y uno blanco subieron los chicos, acompañados por Jarl y por un extraño tipo de barba larga blanca y pelo largo, también blanco, con unas ropas extrañas que consistían en un vestido negro acompañado por una cuerda a modo de cinturón. Tenía los ojos azules que hacían dificil no mirarlo.

-Soy Theobald, monje superior de la corte, os ayudare a que vuestras armas os acepten y las consagraré -dijo, con aparente tranquilidad.

-¿Cómo que aceptarnos? ¿Acaso no estaban hechas especialmente para nosotros? -Preguntó Mark, nervioso.
-Tranquilo chico, esas armas no son...normales, no son sólo un simple filo, tienen alma, y es esa alma la que os debe aceptar. Para ello debereis pasar una prueba, y seré yo quien os ayude a pasarla -Contestó Theobald

Mientras hablaban llegaron a su destino, Svaralfheim, aquel lugar era una montaña bastante alta, arriba del todo se veia como un volcán, mas abajo todo estaba fortificado y había niveles, al parecer conectados a través de puertas enormes de acero negro e incrustadas en la montaña. En cualquier caso parecía enorme.

-Venga chicos, entremos -Dijo Jarl con decisión.

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