martes, 13 de abril de 2010

Historias de Alfheim (Capítulo 1)

Nos situamos en un pueblo campestre, a varios kilómetros de la ciudad, donde por mucho que miraras y que buscaras, lo más divertido que se podía hacer era patear alguna gallina mientras paseabas por la calle o en su defecto un balón de futbol medio deshinchado en dirección a una improvisada portería que iba "de árbol a árbol".

Jack tenía ya 18 años era alto de complexión más o menos atlética, con melena rubia y ojos verdes, con ganas de ver mundo, desgraciadamente su pobre situación económica no le dejaba salir de ese pueblo de mala muerte. Era una noche fría y lluviosa de invierno y Jack estaba absorto en su mundo, escuchando música y mirando por la ventana, simplemente viendo como llovía.

-Yo pensaba que este pueblo no podia ser más tostón y va, y se pone a llover en pleno sábado por la noche, ¡mis planes de ligue al traste! -dijo, en un tono de voz superior al normal, mientras se levantaba de la cama buscando algo que hacer.

Al cerrar las ventanas percibió una luz azul extraña que se adentraba en el bosque, se quedó mirando un rato, y de repente, justo antes de perderse entre los arboles se paró y al mirarla fijamente le cegó. Jack se quedó un rato tumbado en la cama hasta que recuperó la vista, volvió a mirar por la ventana pero ya no estaba.

-¿Qué sería eso? -pensó- ¿Será que mi hermano anda fumando en la habitación y el humo me ha llegado? -dijo en voz alta, sarcásticamente, para que su hermano lo oyera.
-¡Dejame en paz, no estoy fumando imbécil! -gritó su hermano desde la habitación.

Mark, tenía 19 años, los ojos azules verdosos, pelo largo con rastas bien cuidadas, tenia una barba larga recogida en una trenza fina, era sólo un año más que Jack, era fumador habitual de hachis hasta que, sorprendentemente, lo dejó por propia voluntad y se puso a estudiar. Ahora estaba en la universidad, su madre pasó de estar hasta el gorro de él a ponerlo por las nubes ante sus compañeras de trabajo, a él y a Jack, ya que estudiaba también en la universidad.

-¡Chicos, la cena ya está lista, bajad! -gritó su madre desde la cocina.
-¡Ahora vamos! -gritaron Jack y Mark a coro.

Bajaron los dos a la vez pegándose y dándose empujones en la escalera, seguramente para, un dia, acabar viendo quien de los dos tiene la cabeza mas dura al dar contra el suelo.

Después de la excelente cena, Jack subió a su habitación a pensar en que podía ser aquella luz. Al final acabó durmiéndose.

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